El mar y su economía: un futuro azul

10/09/2020

 

Más allá de su concepción como sector o estrategia de desarrollo sostenible, y pese a las dificultades actuales, la economía azul puede servir como palanca para impulsar la necesaria recuperación en el nuevo entorno marcado por los efectos de la pandemia del coronavirus.

 

Los océanos representan alrededor del 70% de toda la superficie de la Tierra y son un elemento determinante en la escritura de nuestra historia y de nuestras vidas. También lo son en el devenir de la economía y de las empresas. Los mares constituyen una fuente vital de riqueza y la UNCTAD estima que contribuyen con entre un 3,5% y un 7% al PIB global.

El concepto de economía azul es relativamente reciente y su uso se ha extendido desde la Conferencia de Desarrollo Sostenible de Río de Janeiro de 2012. Su definición varía en función de los organismos e instituciones que lo utilizan: desde una más restringida empleada, por ejemplo, por el Banco Mundial, que se centra en el desarrollo sostenible y se acerca a los postulados presentados por Gunter Pauli (autor del libro “La economía azul”), hasta otras acepciones más amplias que pueden englobar todas las actividades económicas relacionadas con los océanos, tanto en el medio marino como en la producción de bienes o la prestación de servicios en tierra firme.

De acuerdo con la Comisión Europea, los siete sectores establecidos y los sectores emergentes (ver cuadro adjunto) relacionados con los mares y el medio ambiente costero han experimentado un crecimiento constante en la UE desde 2009 y consiguieron generar en 2018 unos ingresos cercanos a los 750.000 millones de euros, dieron trabajo a cinco millones de personas -un 11,6% más que en el año anterior- y aportaron 218.000 millones de euros en valor agregado bruto. 

En el caso concreto de España, la economía azul empleaba en 2018 a más de 750.000 personas y aportaba un valor agregado bruto de 26.300 millones de euros, tras experimentar un ascenso cercano al 10% en ambos indicadores entre 2009 y 2017. El sector del turismo costero, que contribuye con alrededor del 75% de los empleos y el 67% del valor añadido bruto, y el de los recursos vivos, con la pesca como su principal exponente, son los más importantes para un país que cuenta con más de 8.000 kilómetros de costa y es una de las principales potencias turísticas y pesqueras (ver infografía al final del reportaje). 

No obstante, la evolución de la economía azul en toda la UE y en España durante ese período ha sido ciertamente desigual entre los diferentes segmentos consolidados, con una cierta expansión en las actividades relacionadas con el turismo y la pesca, y una ralentización del avance en los sectores portuario, de construcción naval y de transporte marítimo, debido a los efectos de la crisis financiera, y de extracción de gas y petróleo, por la caída de precios de los hidrocarburos.

Por otra parte, la Comisión Europea ha desarrollado la iniciativa “Crecimiento azul” como contribución de la Política Marítima Integrada a la consecución de los objetivos de la Estrategia 2020 para un crecimiento inteligente, sostenible e integrador.

Esta apuesta a largo plazo por los sectores marino y marítimo reconoce la importancia de los mares como motores económicos y generadores de nuevas oportunidades y financia diferentes proyectos relacionados, sobre los que se puede encontrar información también a través de la página del Ministerio español de Agricultura, Pesca y Alimentación.

 

La economía azul también es verde

 

Las actividades emergentes han disfrutado, por su parte, de un aumento exponencial hasta la crisis actual. Estas últimas -que, de acuerdo con la clasificación de la Comisión Europea, englobarían varias energías renovables marinas, bioeconomía azul y biotecnología, nuevos recursos minerales marinos, desalinización, defensa marítima, cables submarinos, I+D y educación- se caracterizan además por ofrecer un claro componente innovador y un potencial de expansión a medio y largo plazo muy significativo.

La economía azul abarca así a numerosas empresas prometedoras que se encuentran en una fase inicial, a veces apoyadas por programas de I+D financiados por instituciones públicas, pero no trata solo de oportunidades de negocio, también es “verde” y posibilita el desarrollo de recursos "azules" más intangibles, como las formas de vida tradicionales, la biodiversidad, la captación de carbono, la utilización de nuevos materiales o el reciclaje, para ayudar a la sociedad a mitigar los efectos del cambio climático.

Dentro de este ámbito han surgido numerosas iniciativas que hacen de esos elementos una parte esencial de su idea de negocio. Ejemplos de ello los encontramos en Shippy House, que transforma los contenedores marítimos en casas, o en la firma de moda sostenible Ecoalf. Esta empresa se ha especializado en la utilización de materiales reciclados procedentes de desechos marinos para confeccionar su ropa y cuenta ya con una sólida presencia on-line y tiendas físicas en varias ciudades españolas, Berlín y Tokio.

 

Hilo transversal

 

De hecho, puede señalarse que la ecologización y la sostenibilidad son cada vez más una obligación y un hilo conductor transversal en las estrategias de todos los sectores de actividad, y especialmente en aquellos relacionados con la economía azul, considerados fundamentales para conseguir la neutralidad climática en 2050.

Así, la reducción del impacto medioambiental y de las emisiones de carbono está dirigiendo la evolución de las actividades portuarias -con la consolidación de nuevos proyectos como los puertos verdes-, del transporte marítimo o del trabajo en los astilleros.

En este sentido, cabe recordar que este transporte mueve entre el 75% y el 90% del comercio exterior de la UE, pero también contribuye con entre un 3% y un 4% a las emisiones globales de gases de efecto invernadero, lo que otorga aún más valor a las iniciativas dirigidas a mitigar su impacto y a cumplir con el mandato de la Organización Marítima Internacional (OMI) de reducirlas en un 50% para 2050.

El aumento de la eficiencia y la implementación de nuevas tecnologías son además fundamentales para mantener la capacidad competitiva y tecnológica de las empresas europeas y españolas de los sectores relacionados, en un momento en el que Asia se ha consolidado como el principal astillero mundial y el centro neurálgico del comercio transoceánico.

Por eso, cobran aún más importancia soluciones como las de la start-up industrial Bound4Blue, que ha desarrollado un sistema de velas rígidas, plegables y autónomas para ser integradas en una amplia gama de buques. Este método de propulsión complementario permite ahorrar combustible gracias al viento y reducir las emisiones contaminantes hasta en un 40%.

 

Energía, alimentación y agua dulce

 

La UE ya dispone de un sólido desarrollo en el campo “más tradicional” de la eólica marina. Aquí, nuestro país no destaca por la implantación de este modelo en sus aguas, pero sí dispone de numerosas empresas especializadas en la producción de componentes y en su instalación. El ejemplo más reciente lo encontramos en el primer parque eólico flotante semisumergible de Europa continental, ubicado en Portugal, en el que ha participado Repsol a través del consorcio WindPlus.

Muchas firmas europeas están apostando también por la energía solar flotante, la generación de hidrógeno en alta mar -que se alinea con la nueva Estrategia Europea del Hidrógeno y con la hoja de ruta española en preparación- y la oceánica. En este último campo, que aprovecha la energía de las olas y las mareas, la UE acapara más de la mitad de la todavía reducida capacidad global, tras haber sido el destino de unas inversiones en I+D cercanas a los 3.840 millones de euros entre 2007 y 2019, y cuenta con uno de sus mejores exponentes en la central undimotriz de Mutriku (Guipúzcoa).

Por su parte, la actividad pesquera sigue incorporando progresivamente la sostenibilidad en toda la cadena de valor, desde los caladeros a las fábricas, mientras que la acuicultura ha ido adquiriendo peso, en parte gracias a la incorporación de un enfoque ecológico, como en los casos de la producción de mejillón ecológico en Galicia o de algas por parte de firmas como Porto-Muiños o Algamar.

Es más, la bioeconomía azul está comenzando a despuntar en todo el continente europeo animada por el impulso de la producción y comercialización de algas, que generó una facturación estimada en toda la UE de más de 350 millones de euros en 2018.

Pese a este avance, Europa sigue rezagada frente a Asia, tanto en este campo como en biotecnología azul en general, en parte, tal como reconoce la propia Comisión Europea en su informe “The EU Blue Economy Report 2020”, “como resultado de la complejidad administrativa, la falta de transparencia en las licencias, las dificultades para acceder al espacio y al agua, y los altos estándares de calidad, salud y medio ambiente que la Unión mantiene”.

En lo que se refiere al agua dulce, es un recurso clave y lo será más en el futuro. Los problemas derivados de su creciente escasez, que podría llegar a ser crítica en algunos territorios europeos en pocos años, han impulsado la creación de casi 1.600 plantas desaladoras por toda la UE. Estas utilizan normalmente la técnica de la ósmosis inversa y ya aportan el 3% del suministro de agua.

España cuenta con cerca del 62% de la capacidad instalada de esta tecnología en la UE y con algunas de las empresas especializadas más importantes, como SacyrACS Acciona, en un sector con mucho potencial de crecimiento tanto dentro como fuera de nuestras fronteras.

 

Los efectos de la crisis del COVID-19

 

La pandemia del coronavirus ha causado la mayor crisis sanitaria y económica de nuestro tiempo y está afectando severamente al desempeño de prácticamente todos los países y actividades del planeta.

Aunque todavía no se pueden aventurar las consecuencias precisas de un impacto de este calado, sí se puede apreciar un alcance distinto en función de los sectores y actividades (ver cuadro adjunto) y sus efectos están siendo particularmente devastadores en la pesca y en el turismo, en el que, por ejemplo, el sector de los cruceros español prevé perder casi por completo su facturación de este año.

La flexibilización de las medidas de contención y la implementación de importantes programas de estímulo a diferentes niveles persiguen fortalecer la resiliencia de las empresas y recuperar lentamente el pulso de las diferentes actividades económicas.

Algunos de los instrumentos puestos en marcha tienen especial incidencia en la economía azul. Es el caso de los contemplados en la Iniciativa de Inversión en Respuesta al Coronavirus Plus de la UE, que incluye medidas excepcionales de apoyo para el cese temporal de actividades pesqueras debido al coronavirus, compensaciones financieras a los acuicultores y empresas de procesamiento, proyectos específicos para las regiones ultraperiféricas y apoyo a las organizaciones de productores para el almacenamiento de productos de la pesca y la acuicultura.

Otro ejemplo lo encontramos en las enmiendas adicionales al Reglamento del Fondo Europeo Marítimo y de Pesca (FEMP), que permiten una reasignación más flexible de los recursos financieros dentro de las operaciones programadas de cada Estado miembro y un procedimiento simplificado para modificar los programas operativos con respecto a la introducción de las nuevas medidas. Las operaciones respaldadas por las iniciativas temporales relacionadas con el coronavirus serán además elegibles de forma retroactiva desde el 1 de febrero de 2020 hasta el 31 de diciembre de 2020.

La economía azul ha experimentado un notable impulso en la UE y en España hasta la eclosión de la crisis del coronavirus, pero cuenta con los cimientos necesarios para afrontar el temporal y destaca en algunos de los factores que dirigirán la economía en el nuevo escenario que se prevé.

Tal como destacó el comisario europeo de Medio Ambiente, Océanos y Pesca, Virginijus Sinkevičius, “las energías marinas renovables, los alimentos del mar, el turismo costero y marítimo sostenible, la bioeconomía azul y muchas otras actividades que configuran la economía azul nos ayudarán a salir de esta crisis más fuertes, resilientes y sostenibles”.
JAVIER GARCÍA CUESTA