
20/12/2023
China | Comercio internacional
El gigante asiático se ha convertido en la segunda potencia económica mundial en apenas cinco décadas por las ventajas competitivas de sus empresas en el mercado internacional. ¿Cómo?: a fuerza de “no incumplir la letra de las normas, pero sí su espíritu”, reflexiona Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano.
Desde que la República Popular China iniciara su apertura económica a finales de los años 70, su crecimiento ha sido espectacular. Tanto, que se ha convertido en la segunda economía del planeta, el principal exportador global y compite en gasto con Estados Unidos en I+D y Defensa.
Se trata de un modelo que, si bien ha aprovechado los mercados globales para desarrollarse, se explica mejor por las reformas económicas internas y, sobre todo, por un modelo de capitalismo de Estado que “encaja cada vez peor con las reglas multilaterales“, según explica Federico Steinberg, investigador principal del Real Instituto Elcano, en el curso online gratuito de Campus ICEX “El futuro del sistema global de comercio, neoproteccionismo y guerras comerciales".
En su evolución también han influido las expectativas fallidas de los países desarrollados, puesto que, al incorporarse China a la OMC en 2001, se esperaba que su modelo económico acabara convergiendo con el capitalismo liberal, de tal manera que se produjera una situación de beneficio mutuo en tres vectores:
Pero todas estas expectativas no se cumplieron y su modelo económico nunca llegó a confluir con el occidental. Su sistema productivo siguió en manos de conglomerados público-privados que disfrutaban de un amplio crédito del Estado, mientras que las empresas nacionales lograban añadir valor a sus productos forzando a las compañías extranjeras que querían operar en el mercado chino a compartir sus tecnologías y procesos. Una vez transferidos, eran copiados y las empresas foráneas, expulsadas.
La economía local se fue cerrando cada vez más y se estableció una relación con las compañías extranjeras en la que se produjo “una completa ausencia de reciprocidad”, según analiza Steinberg. Por su parte, la devaluación artificial del yuan otorgó una ventaja competitiva a sus exportaciones.
Con todos estos condicionantes, China consiguió escalar en la cadena de valor mucho más rápido de lo que estaba previsto. Así, pese a definirse hoy en día como un país de renta media-baja, en vías de desarrollo y que sigue siendo ‘la factoría del mundo’, su economía también cuenta con áreas que están a la vanguardia de la innovación, así como con gigantes tecnológicos, financieros y energéticos.
Actualmente, su estrategia está enfocada en llegar a ser la principal potencia mundial en 2050. Y para conseguirlo, el Estado mantiene un férreo control de la economía, cuya regulación va cambiando a conveniencia, en función de los objetivos políticos a largo plazo. .
Este planteamiento ha reforzado el liderazgo de Xi Jinping y su estrategia pivota en torno a tres ejes de actuación:
La previsión de Federico Steinberg es que “China aspire a mantener durante un par de décadas el statu quo actual para seguir aumentando su poder y su riqueza mientras va resolviendo sus desequilibrios económicos internos”. En su opinión, “las empresas chinas compiten con ventaja sin incumplir la letra de las normas, aunque sí su espíritu”.
Por todas estas razones, desde 2019, la Unión Europea califica a la potencia asiática, ya no como un socio estratégico, sino como un competidor económico en busca de liderazgo tecnológico y como un rival sistémico que promueve modelos alternativos de gobernanza. El objetivo europeo, aun confiando en el multilateralismo y en una visión liberal de las relaciones económicas entre países, es poder modificar algunas de las prácticas comerciales de China a través del diálogo, la cooperación y la reforma de la OMC.
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