Doce referentes históricas (y españolas) en internacionalización

13/09/2023

La ciencia, la tecnología o el mundo empresarial han sido ámbitos profesionales tradicionalmente asociados a los hombres. En este reportaje hablamos de varias pioneras de nuestro país que demostraron al mundo su capacidad para innovar o liderar. 

Fuentes históricas sitúan la incorporación de la mujer al mundo laboral a finales del siglo XVIII, con la irrupción de la revolución industrial, cuando las obreras y trabajadoras de fábricas o talleres comenzaron a salir de sus hogares para ejercer un empleo remunerado, fuera de los convencionalismos y las legislaciones que impedían a la mujer trabajar en igualdad de condiciones que el hombre.  

Pero en todas las épocas encontramos casos de mujeres que se han salido de la norma y han llegado a liderar o protagonizar su propia historia de éxito profesional. Empresarias, emprendedoras, inventoras o científicas que marcaron el camino para otras mujeres gracias a proyectos que traspasaron fronteras. En este reportaje hemos escogido las historias de 12 referentes históricas españolas, algunas quizás poco conocidas en la actualidad. Desarrollaron su actividad entre los siglos XV y XX, en momentos en los que no solo no había visibilidad de precedentes femeninos, sino que existían dificultades de tipo legislativo y en el ámbito social que les impedían tomar sus propias decisiones, también en el terreno económico. 



Caterina Llull i Sabastida, la primera empresaria internacional de España (1440-1495) 

Esta barcelonesa nacida alrededor de 1440 es considerada la primera titular de una compañía en nuestro país, en este caso de mercadería, con una actividad que se dejó sentir por todo el Mediterráneo.  

Nacida en una familia acomodada, sus padres desearon que ella y su hermana Joana recibieran educación, en contra de lo normal en la época. Caterina tenía gran habilidad con las cuentas, que aplicó para llevar al día la economía doméstica. Se había casado con un mercader y funcionario real, Joan Sebastida, y el matrimonio se trasladó a Sicilia por orden del rey. Desde allí realizaba transportes por barco a España de todo tipo de productos.   

Pero en 1471 Joan falleció, dejando como heredera de sus negocios y sus bienes a su esposa Caterina, en la que tenía depositada una gran confianza. Ella no se lo pensó dos veces y decidió ponerse al frente de la empresa, aunque tuvo que enfrentarse a las autoridades sicilianas y catalanas, que cuestionaban la última voluntad de su marido, porque era muy poco habitual que una mujer fuera habilitada legalmente para ser propietaria de una compañía. Con tantas trabas legales, Caterina decidió apelar a la máxima autoridad, Isabel la Católica. Envió una carta a la reina, que aún hoy se conserva, donde exponía las razones que la hacían merecedora de ser dueña de los negocios de su marido, y que algunos consideran un auténtico tratado comercial de la época. Así que Isabel terminó dándole la razón y la titularidad de la empresa. 

Finalmente, Caterina decidió establecerse en Barcelona hacia el 1483 con sus hijos. Desde allí no solo gestionó su negocio, sino que trazó nuevas rutas de mercadería que abarcaban todo el Mediterráneo. Ella misma tramitaba las operaciones comerciales y establecía formas y medios de pago, fruto de su gran talento para las cuentas. Falleció en 1495 dejando a su descendencia una gran empresa internacionalizada. 

 

María de las Nieves Álvarez, la única directora de la Real Fábrica de Tapices (1760-1828)

La historia de esta empresaria vuelve a ser la de una mujer que no tuvo miedo de ponerse al frente de una compañía cuyos productos cubrían paredes y mesas en palacios e iglesias de todo el imperio español. Recordemos que esta Real Fábrica fue una de las 20 que fundó Felipe V para surtirse de todo tipo de productos, desde armas hasta cristales o cerámica. En el caso de esta manufactura, el monarca encargó a una familia flamenca de tapiceros, los Vendergoten, establecer en Madrid su taller, una vez que Flandes se independizó de España y ya no fue posible conseguir tapices de allí. Hablamos de 1720. Esta familia consiguió hacerse rica con los encargos reales, aunque los hijos del matrimonio no tuvieron descendencia, por lo que la propiedad de la Real Fábrica pasó a un sobrino, Livinio Stuyck. Y aquí tenemos una parte de nuestro relato.

La otra comienza cuando María de las Nieves Álvarez empieza a trabajar como operaria de la manufactura en 1784. Dos años después se casa con Livinio Stuyck. Es la época en la que Goya pinta cartones para la factoría y esta vive un momento dorado por los encargos reales.

Todo cambia cuando Napoleón invade España en 1808. Los franceses ocuparon la sede de la Real fábrica y provocaron pérdidas y deudas de las que fue complicado recuperarse. Con el retorno de Fernando VII, Livinio Stuyck volvió a conseguir del rey nuevos encargos y cobrar antiguas deudas hasta que, en 1816, fallece. En su testamento, dejaba a María de las Nieves como su heredera universal.

En ese momento, ella toma una decisión insólita para la época: solicita personalmente al rey a través de un memorial su nombramiento como directora de la Real Fábrica de Tapices, porque se sentía capacitada para el cargo. Fernando VII, impresionado por su decisión, accede a concederle la dirección. En 1825, vuelve a tener que salvar a la manufactura de la quiebra, cuando la difícil situación de la corona y el imperio español redujo el número de encargos y pagos. Así, presenta un nuevo modelo de negocio para permitir la supervivencia del proyecto. Comenzó por reducir su propio salario como directora de 120 a 60 reales diarios, a cambio de una paga de 3.000 reales mensuales para el mantenimiento y la formación de operarios, a fin de conseguir la continuidad del oficio y la actividad.

Hoy la institución, Bien de Interés Cultural, obtiene el 65 % de su facturación de los mercados exteriores, principalmente por el tratamiento y restauración de antiguos tapices de todo el mundo y con nuevas creaciones siguiendo su mismo estilo artesanal. Pero nunca ha vuelto a tener a una mujer al frente.

 

Isabel Zendal, la primera enfermera en una misión internacional (1773-primer tercio s. XIX)

Relatamos ahora la vida de una mujer más recordada en Iberoamérica que en su país natal. De hecho, su figura se estudia en los libros de texto mexicanos de primaria, donde cada año se entrega el Premio Nacional de Enfermería Isabel Cendala Gómez. No está claro su apellido (Cendal, Zendal, Cendala) o dónde descansan sus restos mortales, posiblemente en Puebla, México. Lo que sí se conoce es que nació en la pequeña aldea coruñesa de Ordes, en torno a 1773, en el seno de una familia muy humilde, por lo que tuvo que trabajar sirviendo en casas hasta que entró como ayudante en el Hospital de la Caridad de A Coruña. Allí fue ascendiendo hasta conseguir ser rectora de la Casa de Expósitos, donde se acogía a los niños huérfanos. Cobró fama por crear unos hábitos de higiene y limpieza beneficiosos para los pequeños que debían vivir en el recinto.

Quizás por ello, el médico de la corte de Carlos IV, Francisco Javier Balmis, se fijó en ella para su “Real Expedición Filantrópica de la Vacuna”. La idea era conseguir transportar a los territorios de ultramar españoles un remedio preventivo contra la viruela, una enfermedad mortal que causó estragos en Europa y América Latina hasta inicios del siglo XIX. Tomó la idea de un colega, Edward Jenner, de transportar la vacuna en vivo para evitar su degradación por causas de temperatura, y transportarla en barco a Iberoamérica. Pero ante la imposibilidad de realizar este experimento con animales, se decidió inocular a un grupo de niños huérfanos y embarcarlos como portadores, trasladando el remedio de brazo a brazo. Y la hasta entonces rectora de la inclusa fue la responsable de asegurar la salud y el bienestar de los pequeños miembros de la expedición.

Isabel Zendal también fue encargada de organizar el sistema de juntas de vacunación que le llevaron por diversos países de Sudamérica. Después, decidió emprender otra expedición hasta Filipinas para transportar el preciado medicamento. Se calcula que 250.000 personas resultaron inmunizadas gracias a sus viajes. Por esta razón, Isabel Zendal ha sido reconocida por la Organización Mundial de la Salud como la primera enfermera de la historia en participar en una misión sanitara internacional.

 

Fermina Orduña, la primera española en conseguir una patente (alrededor de 1830-finales s. XIX)

Alrededor de 1830-1840 nació otra mujer que hizo historia al ser la primera en obtener un privilegio tecnológico en España: Fermina Orduña. En aquel entonces era muy poco común que una mujer tuviera la iniciativa y la valentía de desarrollar una invención, lo que hoy conocemos como una patente.  

La Gaceta de Madrid, el antiguo BOE, publicaba en octubre de 1868, una relación de “privilegios de invención e introducción concedidos por S. M.”. Entre ellos se incluía el concedido a “Doña Fermina Orduña, de Madrid: sistema para expender la leche de burras, vacas y cabras”. Se convertía en la primera mujer en registrar una patente con un invento atribuido a sí misma y no a su marido, como había ocurrido anteriormente. 

El invento, un curioso establo móvil, permitía llevar a cualquier parte leche fresca y en condiciones higiénicas. Se ordeñaba a los animales, se introducía el líquido en un vaso de cristal con cierre hermético y, finalmente, se sumergía en un envase de agua caliente para conservarlo a la temperatura de la urbe. De esta forma, la leche podía viajar a diferentes localidades manteniendo todas sus propiedades. Algunos señalan que un invento parecido figura en el registro estadounidense de patentes, firmado por Baker & Hisner: un “cobertizo de ovejas móvil” capaz de transportar rebaños. Pero, según la publicación antes mencionada del Instituto de las Mujeres, la idea de Fermina permitía un transporte a larguísimas distancias, mientras que el de los americanos se reducía a un entorno cercano. Y, además, se registró en 1867, dos años después que el de Fermina. Por tanto, había creado una solución única en el mundo para un problema técnico que no estaba resuelto.

 

Francesca Abella, la emprendedora tenaz cuyas velas están de moda en el mundo (primer tercio s. XIX-finales s. XIX)

En el primer tercio del siglo XIX nació Francesca Abella, en Isona (Lleida). Dejó su pueblo natal para trasladarse a Barcelona, donde empezó a trabajar en una cerería. Poco tiempo después, decidió montar su propio taller de fabricación de cirios, en una época en que la luz solar se utilizaba para blanquear la cera y las velas iluminaban las noches. Durante esos años, la iglesia era su principal cliente.

Francesca encabezó el negocio y Emili Oller, también cerero de oficio, la acompañó. Más tarde se casaron, así que Abella tuvo que poner el negocio a nombre de su marido, según las normas de la época. Aunque, como Emili falleció pocos años después, lo recuperaría entonces con la denominación Cerería de F. Abella.   

Tras el fallecimiento de su fundadora sin descendencia, la empresa quedó en manos de su sobrina, María Abella. La antigua cerería tuvo que enfrentarse a nuevos desafíos como la llegada del alumbrado eléctrico, la Guerra Civil o el Concilio Vaticano II, que redujo el uso de las velas en muchas celebraciones litúrgicas. Hoy en día, la firma, bajo el nombre de Cerabella, ha evolucionado: diseña y comercializa velas personalizadas a más de 6.500 clientes repartidos por todo el mundo. Destacan sus colaboraciones con reconocidos creadores como Sybilla, Michelle Oka Doner, Tania Costa, Helena Rohner o Muma Soler.

 

Cesárea Garbuno, la primera empresaria del petróleo en España (1846-1933)

Es más conocida como “viuda de Londaiz”, el nombre con el que figuraba en el acta de constitución de la primera petrolera del país. Cesárea Garbuno  nació en una familia terrateniente y rentista de San Sebastián, que no vio con buenos ojos su matrimonio en 1863 con Ramón Londaiz, empresario y comerciante textil, quizás no de tan buena familia como ella. Al morir su marido, heredó sus negocios, entre ellos, una sociedad recién constituida cuyo objetivo era la venta de petróleo, carbón mineral y grano; y, en colaboración con uno de los socios de su esposo, creó en 1883 la primera refinería de España, que se denominó “Luciano Mercader y viuda de Londaiz”.

Era un momento en el que la parafina, derivado del petróleo, sería el sustituto de otras grasas para el alumbramiento de las calles.

Su labor internacional pasó por aprovisionarse de materias primas en Estados Unidos, para lo cual adquirieron un primer petrolero que fue bautizado con el nombre de San Ignacio de Loyola. La empresa llegó a contar con una flota de camiones cisterna y de gasolineras, y varias marcas comerciales como Autorina, Aviorina y Petróleo la flor. De esta manera, Cesárea Garbuno se convirtió en la primera empresaria petrolera en España y, posiblemente, una de las primeras a nivel mundial.

 

Blanca Catalán, una botánica con nombre internacional (1860-1904)

Fue la primera española que inmortalizó su nombre en la nomenclatura botánica universal, aunque pocos conocen la vida de Blanca Catalán de Ocón y Gayolá, aragonesa de Calatayud. Según la Real Academia de la Historia, Blanca logró adquirir una amplia cultura gracias a la influencia de su madre y a la biblioteca que tenían en casa. En ese entorno, desde pequeña se aficionó a la botánica. Recolectaba plantas de la zona y las dibujaba, detallando sus características, el lugar y la fecha de la cosecha. Así logró formar un pequeño herbario en el que algunas de las plantas recogidas resultaron ser nuevas especies desconocidas para los especialistas internacionales.

Con el paso de los años, su colección se reveló como un trabajo crucial para el conocimiento y estudio de la flora aragonesa. Bernardo Zapater, un destacado naturalista de la época, reconoció su talento y consiguió que el famoso botánico alemán Heinrich Moritz Willkomm tuviera conocimiento de su trabajo. Así, el nombre de Blanca figura junto al de los principales recolectores de plantas en el libro “Prodromun Florae Hispanicae” (“Prodromun de la Flora Española”), una extensa obra con ilustraciones y descripciones de flora publicada por el alemán entre 1861 y 1880. El tratado incluye la lámina de una nueva especie a la que el científico, en honor a la aragonesa, dio el nombre de Saxifraga Blanca. Catalán de Ocón consiguió de esta forma que su nombre de pila figure hoy en la nomenclatura científica universal y, además, ser reconocida como la primera mujer botánica española.

 

Trinidad Arroyo, una oftalmóloga con vocación universal (1872-1959)

Nació en Palencia en 1872. Su padre, que tenía un próspero negocio de tintorería, consiguió sortear, gracias a su economía desahogada, las trabas legales y burocráticas que impedían a su hija matricularse en la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, cuando sí podía hacerlo su hermano. Tras licenciarse, se doctoró en Oftalmología, interesándose por los músculos intrínsecos de los ojos y los efectos de ciertas drogas sobre ellos. Así inició una investigación sobre los efectos analgésicos de clorhidrato de codeína y la diodina, cuyos resultados publicó en revistas especializadas y presentó en congresos internacionales.

Además de una brillante carrera en medicina ocular, se destacó por favorecer iniciativas para la educación de las mujeres. Junto a otras doctoras pioneras, fundó la Asociación Española de Mujeres Médicos, de la que fue presidenta honoraria. También fue vicepresidenta del Comité Femenino de Higiene Popular y colaboró en la revista “Medicina Social Española”. Contribuyó, además, a la actividad del Consultorio de Niños de Pecho y Gota de Leche del doctor Rafael Ulecia, del Instituto Rubio y del Asilo de Santa Lucía. Como socia del Lyceum Club, tuvo una importante labor de fomento del talento femenino, al formar parte de la comisión seleccionadora para el intercambio de alumnas con las universidades de Estados Unidos.

Después de un viaje a la URSS, Trinidad y su marido participaron en la creación de la Asociación Española de Relaciones Culturales con la URSS, una entidad de carácter científico-cultural que buscaba fomentar la aproximación e intercambio cultural entre ambos países.

 

Teresa Amatller, la heredera del chocolate que se convirtió en mecenas (1873-1960)

En 1873, nació en Barcelona Teresa Amatller i Cros, en el seno de la familia fundadora de Chocolates Amatller. Su padre, Antoni, con el que se crio tras separarse de su madre, fue quien despertó en Teresa sus inquietudes culturales por el arte, la literatura y la fotografía durante sus viajes por todo el mundo. Cuando murió Teresa se convirtió en heredera universal de su fortuna, con la opción de vender la empresa si no se veía con fuerzas de hacerse cargo del negocio. Pero no fue así. Durante medio siglo gestionó la empresa, asumiendo personalmente las cuentas y el futuro de la firma.

Idea de Teresa fue la nueva línea de Chocolates Luna, cuyas cajas contaron con cientos de diseños venidos de todas partes del mundo, o la expansión durante la época de la Primera Guerra Mundial, cuando la posición neutral de España permitió hacer muchos negocios internacionalmente.

También fue la principal impulsora de la Fundación Instituto Amatller de Arte Hispánico, que tiene por objetivo la promoción internacional de actividades culturales, de investigación y docencia en el ámbito de la historia del arte.

Teresa dirigió la empresa hasta su muerte en 1960 y, a pesar de fallecer sin descendencia, la marca Chocolates Amatller, adquirida 12 años después por Simón Coll, continúa en funcionamiento en la actualidad, expandiendo su producción a diferentes países.

 

Ángeles Alvariño, la científica que encontró en el plancton un futuro transatlántico (1916-2005)

Esta gallega terminó sus estudios de Ciencias Naturales, interrumpidos por la Guerra Civil, en 1941. Después, se incorporó como becaria al Instituto Español de Oceanografía (IEO) y, posteriormente, se trasladó al laboratorio de este organismo en Vigo, donde comenzó el estudio de algo todavía poco conocido, el zooplancton. Estos pequeños organismos le abrieron las puertas al mundo; primero en Inglaterra, en 1953, convirtiéndose en la primera mujer científica en trabajar a bordo de un barco de investigación británico.

Tres años después, recibió otra ayuda para continuar sus investigaciones en Estados Unidos bajo la tutela de la oceanógrafa Mary Sears. Fue Sears quien la recomendó para ocupar un puesto en el Instituto Scripps de Oceanografía, en California, donde permaneció hasta 1969 analizando miles de muestras de plancton de todo el mundo.

Tras su jubilación, continuó trabajando como científica emérita y se dedicó a escribir y difundir la historia de las ciencias marinas en España. Gracias a su trabajo, Ángeles describió 22 nuevas especies planctónicas para la ciencia. Además, otros científicos han nombrado varias especies en honor a Alvariño. Siete años después de su fallecimiento, ocurrido en 2005, se puso su nombre a uno de los buques oceanográficos más avanzados de la flota científica española.

 

Carmela Arias, la primera banquera de Europa (1920-2009)

Otra destacada figura gallega, conocida por su labor filantrópica, fue la primera mujer en acceder a la presidencia del consejo de administración de un banco español. Carmela Arias nació en A Coruña en 1920 y cursó sus estudios en el colegio del Sagrado Corazón de Barcelona, ciudad en la que su padre fue secretario de la Junta de Obras del Puerto. Más tarde regresó a Galicia y en 1966 se casó con el banquero Pedro Barrié de la Maza, quien creó una fundación que llevaba su nombre, dotándola con más de dos tercios de su fortuna e incluyendo a Carmela como vicepresidenta y heredera universal.

Su ascenso continuó tres años después, en 1970, cuando Carmela fue nombrada vicepresidenta por el Consejo de Administración del Banco Pastor. Un año más tarde, murió su marido y Arias asumió la presidencia del Banco Pastor, de la fundación y de Gas Madrid, así como la vicepresidencia de Fenosa. De esta manera, se convirtió en la primera mujer de Europa en presidir un banco de forma oficial.

Dedicó su vida a dos áreas clave: la empresarial y la del mecenazgo. Los periódicos de 1981 se volcaron con la noticia de la donación de prácticamente toda su fortuna, equivalente a unos 200 millones de euros, a la Fundación Barrié. En 2001, el rey le concedió el título de “Condesa de Fenosa” en reconocimiento a su labor. Fue nombrada, además, hija predilecta de la ciudad de A Coruña y académica de honor de la Real Academia Gallega de Ciencias y de la de Bellas Artes de Nuestra Señora del Rosario, y recibió el Premio Mont Blanc de la Cultura.

 

Margarita Salas, la investigadora que dejó huella en varias generaciones de científicas (1938-2019)

Nuestra referente más cercana en el tiempo es Margarita Salas, nacida en 1938 en Asturias. Educada en un colegio de monjas donde se daba igual importancia a las ciencias y a las letras, se decantó por la rama científica en sus estudios preuniversitarios y obtuvo su licenciatura en Químicas por la Universidad Complutense de Madrid en 1963.

Su tesis doctoral sobre el metabolismo de los hidratos de carbono en la Universidad Complutense de Madrid obtuvo la calificación de sobresaliente cum laude. Cuando la preparaba, según señala en su autobiografía, “lo pasé mal, se daba la circunstancia de que estábamos reunidos Eladio y yo con Sols, nuestro director de tesis y, mientras hablábamos de mi trabajo, él se dirigía a Eladio, nunca se dirigía a mí, yo era como invisible, lo cual me sentaba fatal”, afirmaba sobre la misoginia reinante entre los investigadores de aquella época.

Pero su tesis fue lo que llamó la atención de Severo Ochoa para llevársela a ella y a su marido, el también químico Eladio Viñuelas, a su laboratorio en la Universidad de Nueva York en 1964. En los tres años que trabajaron allí, afirmó que el cambio fue radical y nunca se sintió discriminada. Fue entonces cuando comenzó a trabajar en los procesos que rigen la capacidad del material genético para hacer copias de sí mismo, la denominada replicación del ADN. También investigó el control de la expresión génica, es decir, la activación o inactivación de los genes.

En 1967, Margarita y Eladio deciden volver a España y continuar aquí con su trabajo. Crearon su propio laboratorio en el Centro de Investigaciones Biológicas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y comenzaron a formar a nuevos investigadores e investigadoras, que recuerdan la figura de Salas como una gran mentora. El 7 de noviembre de 2019 fallecía en Madrid a los 80 años, dejando una huella imborrable en el progreso científico de España y en la biología contemporánea, y siendo referente para numerosas generaciones de investigadoras.



Hasta aquí nuestro viaje. Doce historias, algunas no suficientemente conocidas, que tienen mucho de legado inspirador. Estas mujeres dejaron claro en sus respectivas épocas que el talento y el liderazgo no entienden de género. En la andadura de nuestro portal “Mujer e Internacionalización” nos hemos encontrado a muchas directivas, científicas, tecnólogas o especialistas en internacionalización que creen que la principal razón para que no existan más niñas o mujeres decididas a lanzarse y escalar otro peldaño en los puestos de toma de decisiones reside en la falta de referentes, modelos, espejos en los que mirarse. Sirva este recorrido para darnos idea de que, en cualquier tiempo, ha habido mujeres capaces de superar cualquier obstáculo y de traspasar fronteras. 

SARA SÁNCHEZ / XAVIER VALLBONA / CRISTINA PÉREZ